Garabujando a la intemperie. Los libros infantiles en la construcción de ciudadanía

“El arte detiene el tiempo”
Luis Cardoza y Aragón

Cuenta la leyenda que al principio fue el Verbo. Lo que se cuenta poco es que mientras esto sucedía unos traviesos personajes hacían cosas raras: esgrafiaban y dibujaban formas en las rocas de las cavernas. Garabatos y dibujos: Garabujos. ¿Qué fue primero, la palabra o la imagen? Es muy probable que con sus primeros balbuceos y gruñidos el hombre haya hecho también sus primeros garabatos y rayas.

Nunca lo sabremos de cierto, puesto que de los garabatos hay pruebas, pero a las palabras se las lleva el viento. Y es tan tonto como preguntarnos si fue primero el huevo o la gallina. Lo que sí podemos afirmar con seguridad es que las dos, palabras y rayas, surgieron como actividades distintas y complementarias; necesarias y esenciales —junto al famoso pulgar separado— de nuestro devenir y distingo como seres humanos.

Las palabras y las rayas nacieron hermanas

Como quiera que hayan surgido estas dos actividades humanas capitales, nacieron hermanas. No siamesas, pero sí cuatas, parecidas y diferentes, desiguales y combinadas. Juntas nos ayudan a cumplir nuestros viejos anhelos: entender, comunicar, conocer, recrear, divertirnos y extendernos. Pero cada una tiene su propio modo de ser, expresar y aludir.

La palabra, efímera, etérea y precisa, hace habitable al mundo nombrándolo; lo reinventa y hace próximos, prójimos a los extraños, a la otredad. La imagen —quiero decir, la imagen humana— es la representación de lo que no se nombra; casi imperecedera, material y perpleja, es el registro de lo que despejó la palabra: la mirada, lo subjetivo. Es su otro lado y con su testimonio categórico nos brindan juntas la conciencia del tiempo, de nuestra ineludible dimensión como seres históricos y finitos.

Ilustración de Mauricio Gómez Morin
Ilustración de Mauricio Gómez Morin

Y luego llegó la escritura

A la intemperie, es decir a merced del tiempo. Ambas, palabra e imagen, a un tiempo, nos resumen y nos confunden, nos contienen y nos liberan, nos explican y nos preguntan. Y nos enaltecen como algo más que esa superespecializada y eficiente máquina de trabajo. Nos hicieron resonadores, lectores del mundo y de la conciencia del mundo, entrañada en la palabra, en la mirada y en la imagen.

La escritura vino después, como hija predilecta y refinada, como consecuencia casi irremediable de la promiscuidad incestuosa entre sus dos predecesoras; para reunirlas en un estrecho, nuevo y dialéctico abrazo entre lo efímero y lo perdurable. Lo diáfano y lo oscuro, lo singular y lo genérico, lo semejante y lo diverso, lo personal y lo común. Lo sencillo y lo complejo, lo visible y lo invisible, la vigilia y el sueño, el corazón y la razón.

¿No es acaso la escritura un dibujo y el dibujo otra escritura?

Bien dijo George Bataille que la literatura era, al fin, la infancia recuperada. Por su cuenta y desde su pequeña pero inexpugnable trinchera, los libros infantiles, al reunir de nuevo a la palabra y la imagen, mantienen intacta la fogata, la tradición y el riesgo. Por su filoso estado de gracia, por su mirada inaugural, por su indómita curiosidad, los niños lo tienen bien sabido desde siempre.

Sirva entonces este escrito para dar cuenta del papel esencial de la ilustración en el boom y el éxito indiscutible de la LIJ actualmente; como justo reconocimiento a la labor tenaz y virtuosa del gremio ilustrado. Este empuje, esta eclosión, este ameritamiento de la ilustración mexicana contemporánea están inspirados en un propósito implícito y profundo: la promoción de la lectura para construir ciudadanía.

¿Qué implica la construcción de ciudadanía?

Formar usuarios plenos de la palabra: leer, escribir, dibujar, hablar, escuchar, pensar, comunicarse. Y esto implica algo más que sólo la publicación de libros: la formación de una red social de individuos e instituciones; para impulsar horizontal, democrática e incluyentemente la cultura escrita como eje transversal de los espacios de esparcimiento y educación. Esto significa en la práctica la formación de equipos editoriales y de promotores; la publicación de libros tanto como la organización de actividades académicas y de formación.

Todo esto ha modificado, definitiva y definitoriamente, el universo y el mercado editorial de las publicaciones infantiles en México. Y cobra un especial y emergente sentido en nuestro presente y futuro como país. Sin libros, sin un sistema amplio de bibliotecas públicas, sin la actividad de promotores, editores, libreros, maestros, padres, escritores, ilustradores; sin programas de capacitación y promoción, sin el acceso pleno a los libros, el futuro de nuestros niños como ciudadanos activos y consientes se ve comprometido. Es un reto enorme, pero será aún mayor la recompensa como país con futuro.


San Andrés de la Cal, 2023

Autor

  • Se inició en las artes como casi todos: rayando paredes y pupitres. Ya grande, estudió grabado, litografía y pintura en La Esmeralda. Su trabajo como artista visual se ha exhibido en dieciséis exposiciones individuales y en más de sesenta colectivas. Por ser uno de los ilustradores mexicanos con más amplia trayectoria en la literatura infantil, ha sido merecedor de muchos premios, y en 2016 fue nombrado Embajador de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil.