Vicente Leñero es uno de los escritores mexicanos más conocidos y prolíficos. Su
extensa obra abarca diversos géneros narrativos tanto de la literatura como del
periodismo. A su escritura múltiple se suman su trabajo como editor y sus
acciones en defensa de la libertad de expresión; una labor creativa que denota
una relación profunda entre vida y obra, ficción y realidad, sociedad y
literatura.
En sus textos se advierte un compromiso humano que muestra una profunda
empatía con el otro. El universo Leñero tiene muchas entradas, pero en cualquiera
de los géneros que cultivó la realidad es su materia prima.
La realidad: nada más inédito, impredecible y preciso
“La realidad —dice Leñero— le hace a uno escribir historias más
interesantes de lo que uno se puede imaginar”. No hay nada más inédito,
impredecible y preciso que lo real; y nada interesa más a Leñero que buscar la
verdad humana mediante la escritura. Su obra infantil no escapa a este propósito,
pues en ella utiliza sus recursos narrativos de manera sencilla, elocuente y
ocurrente.
Leñero registra, observa la realidad, pero desde los ojos infantiles, que son
los de la novedad y el asombro. Esto se constata en su cuento para niños El
cordoncito, tres veces publicado por CIDCLI.
El cordoncito, un cuento clásico de la literatura infantil mexicana
Gracias al reconocimiento libre y soberano de sus lectores, El cordoncito es un
clásico de la literatura infantil mexicana. En 1988, Silvia Molina —entonces
directora de CIDCLI— consiguió que Leñero publicara su cuento en esta pequeña
casa editora.
Esa primera y sencilla edición rústica, ilustrada por Felipe Ugalde, fue el inicio de
un increíble periplo editorial. La segunda edición apareció en 1997, a cargo de
Patricia van Rhijn, fundadora y directora de CIDCLI; ahora ilustrada por Humberto
García. Una edición que resultó un éxito rotundo, pues acrecentó el número
de lectores a más de cien mil.
¿Por qué gusta tanto este cuento?
Su éxito nos hizo cuestionarnos ¿por qué niños y adultos disfrutan tanto este
libro? Descubrimos que a los adultos les gusta porque habla divertidamente de
la importancia de conseguir algo con esfuerzo e ingenio. Porque es una
historia inspiradora.
A los niños los atrapa la musicalidad de la narrativa que hace honor a la tradición
oral de los cuentacuentos; la brevedad atinada de las sencillas palabras, el humor
inteligente y la mexicanidad natural y familiar del autor. Pero, sobre todo, disfrutan
de la picardía y simpatía de Paquito, el chispeante protagonista de la historia.
La tercera edición
Hasta hoy, El cordoncito le ha dado la vuelta a tres generaciones de lectores
que han crecido con él. Fue por ellos, por su fiel y tumultuosa demanda, que en
el 2020 iniciamos el proceso de la tercera edición.
Elisa Castellanos van Rhijn, directora adjunta de CIDCLI, tuvo a su cargo la nueva
edición, publicada en 2021. Con un formato mayor, de 25 x 25 cm, y en tapa dura,
estuvo ilustrada por el artista Mauricio Gómez Morin.
¿Cómo se asoma la realidad en El cordoncito?
La conexión con la vida que Leñero procura en su literatura se mantiene en
este cuento infantil. Antes de iniciar, el autor crea un vínculo desde su identidad
de niño. “Queridos lectores: Les voy a contar un cuento parecido o igual a uno que
leí o me leyeron cuando yo fui niño alguna vez”.
La historia inicia con un diálogo que resume todas las circunstancias. La
mamá de Paquito le pide que busque fortuna y que no regrese hasta encontrarla.
Ya lo sabemos todo: no hay papá, comida ni dinero. Doña Paquita es una madre
de carácter fuerte y Paquito tiene un gran reto que resolver.
Una escritura concisa y de ágil lectura
La escritura de Leñero es ceñida, casi telegráfica. La concisión es el recurso
para la precisión y crea un ritmo ágil de lectura. La estructura narrativa se
apoya en dos modos de contar; el primero, el metatexto del narrador
omnipresente. “Anda que andarás. Anda que andarás”, una muletilla detonante
que funciona como un conjuro para poner todo en movimiento.
El segundo, los divertidos e ingeniosos diálogos que Paquito entabla con los
diversos personajes; para, poquito a poco, cumplir el encargo de su madre. La
brevedad de la historia y los diálogos nos atrapan por la calidad narrativa de
las voces.
El lenguaje le da verosimilitud, picardía e ingenio al cuento
El español mexicano que Leñero utiliza es el habla común de los barrios
pobres de la Ciudad de México; su oído finísimo encontró en los modismos
lingüísticos populares de mediados de siglo XX, el recurso que da verosimilitud al
relato. El lenguaje coloquial también da pie a la sutil picardía y al ingenio.
Pero no es un lenguaje tan obtusamente cifrado que no lo pueda entender
cualquier hispanohablante. Refleja el contexto temporal histórico, pero a la vez lo
trasciende para que sea asequible a cualquiera en cualquier tiempo. Es lo que
además permite la vigencia entre diferentes generaciones.
Si Leñero llevara hoy en día su texto a alguna editorial…
Probablemente sería rechazado por no ser políticamente correcto. Su uso del
lenguaje y la manera desparpajada de caracterizar a los personajes no comulgan
con el actual puritanismo social y editorial. Porque Leñero describe personajes,
diálogos y situaciones con palabras de su propia niñez.
Dice las cosas con el modo directo y franco del habla infantil; sin filtros, sin
maldad ni ocultas intenciones. Salvo Paquito y su madre, todos los personajes
tienen apodos, y algunos hacen referencia a un rasgo físico. Pepe el Jarocho, Toro
el Gordinflón, Lupe la Greñuda, Toño Bárcenas el Presumido y Don Jesús el
Pelón.
Pero no hay ninguna situación de agresión o desprecio, sino una malicia cándida
sin ofensa ni prejuicio. Leñero no apuesta por la discriminación, sino por la
ironía inteligente sin hipocresía.